viernes, 30 de abril de 2010

Hace tanto tiempo que pasó los 40
que no hay un carajo que le venga bien
le crece la panza se le caen las tetas
le vien la gran crisis y no hay nada que hacer
mi suegra tiene menopausia
por cualquier gilada
empieza a gritar
mi suegra tiene menopausia
si sigue con su histeria
la voy a matar
no mas sangre en el bidet
no mas flujo en las toallas
no mas siempre libre ni tampones ob
namas bikinis en su cuerpo de vaca!!
mi suegra tiene menopausia
por cualquier gilada
empieza a gritar
mi suegra tiene menopausia
si sigue con su histeria
la voy a matar
la voy a matar!!...



ODIO a esa hija de puta...
Y no la voy a putear,voy a decir lo que es y como es,una de las personas más soretes y forras que conocí en mi  vida,una que prejusga,una que se piensa culquiera,se cree superior,es egocentrica ,soberbia, FO-RRA . 

Te odio,ojala te mueras.

domingo, 18 de abril de 2010

 Omnibus,Cortazar.

 
Si le viene bien, tráigame El Hogar cuando vuelva —pidió la señora Roberta, reclinándose en el sillón para la siesta. Clara ordenaba las medicinas en la mesita de ruedas, recorría la habitación con una mirada precisa. No faltaba nada, la niña Matilde se quedaría cuidando a la señora Roberta, la mucama estaba al corriente de lo necesario. Ahora podía salir, con toda la tarde del sábado para ella sola, su amiga Ana esperándola para charlar, el té dulcísimo a las cinco y media, la radio y los chocolates.


A las dos, cuando la ola de los empleados termina de romper en los umbrales de tanta casa, Villa del Parque se pone desierta y luminosa. Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombra que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía. En la esquina de Avenida San Martín y Nogoyá, mientras esperaba el ómnibus 168, oyó una batallla de gorriones sobre su cabeza, y la torre florentina de San Juan María Vianney le pareció más roja contra el cielo sin nubes, alto hasta dar vértigo. Pasó don Luis, el relojero, y la saludó apreciativo, como si alabara su figura prolija, los zapatos que la hacían más esbelta, su cuellito blanco sobre la blusa crema. Por la calle vacía vino remolonamente el 168, soltando su seco bufido insatisfecho al abrirse la puerta para Clara, sola pasajera en la esquina callada de la tarde.


Buscando las monedas en el bolso lleno de cosas, se demoró en pagar el boleto. El guarda esperaba con cara de pocos amigos, retacón y compadre sobre sus piernas combadas, canchero para aguantar los virajes y las frenadas. Dos veces le dijo Clara: “De quince”, sin que el tipo le sacara los ojos de encima, como extrañado de algo. Después le dio el boleto rosado, y Clara se acordó de un verso de infancia, algo como: “Marca, marca, boletero, un boleto azul orosa; canta, canta alguna cosa, mientras cuentas el dinero.” Sonriendo para ella buscó asiento hacia el fondo, halló vacío el que correspondía a Puerta de Emergencia, y se instaló con el menudo placer de propietario que siempre da el lado de la ventanilla. Entonces vio que el guarda la segía mirando. Y en la esquina del puente de Avenida San Martín, antes de virar, el conductor se dio vuelta y también la miró, con trabajo por la distancia pero buscando hasta distinguirla muy hundida en su asiento. Era un rubio huesudo con cara de hambre, que cambió unas palabras con el guarda, los dos miraron a Clara, se miraron entre ellos, el ómnibus dio un salto y se metió por Chorroarín a toda carrera.


“Par de estúpidos”, pensó Clara entre halagada y nerviosa. Ocupada en guardar su boleto en el monedero, observó de reojo a la señora del gran ramo de claveles que viajaba en el asiento de adelante. Entonces la señora la miró a ella, por sobre el ramo se dio vuelta y la miró dulcemente como una vaca sobre un cerco, y Clara sacó un espejito y estuvo en seguida absorta en el estudio de sus labios y sus cejas. Sentía ya en la nuca una impresión desagradable; la sospecha de otra impertinencia la hizo darse vuelta con rapidez, enojada de veras. A dos centímetros de su cara estaban los ojos de un viejo de cuello duro, con un ramo de margaritas componiendo un olor casi nauseabundo. En el fondo del ómnibus, instalados en el largo asiento verde, todos los pasajeros miraron hacia Clara, parecían criticar alguna cosa en Clara que sostuvo sus miradas con un esfuerzo creciente, sintiendo que cada vez era más difícil, no por la coincidencia de los ojos en ella ni por los ramos que llevaban los pasajeros; más bien porque había esperado un desenlace amable, una razón de risa como tener un tizne en la nariz (pero no lo tenía); y sobre su comienzo de risa se posaban helándola esas miradas atentas y continuas, como si los ramos la estuvieran mirando.


Súbitamente inquieta, dejó resbalar un poco el cuerpo, fijó los ojos en el estropeado respaldo delantero, examinando la palanca de la puerta de emergencia y su inscripción Para abrir la puerta TIRE LA MANIJA hacia adentro y levántese, considerando las letras una a una sin alcanzar a reunirlas en palabras. Lograba así una zona de seguridad, una tregua donde pensar. Es natural que los pasajeros miren al que recién asciende, está bien que la gente lleve ramos si va a Chacarita, y está casi bien que todos en el ómnibus tengan ramos. Pasaban delante del hospital Alvear, y del lado de Clara se tendían los baldíos en cuyo extremo lejano se levanta la Estrella, zona de charcos sucios, caballos amarillos con pedazos de sogas colgándoles del pescuezo. A Clara le costaba apartarse de un paisaje que el brillo duro del sol no alcanzaba a alegrar, y apenas si una vez y otra se atrevía a dirigir una ojeada rápida al interior del coche. Rosas rojas y calas, más lejos gladiolos horribles, como machucados y sucios, color rosa vieja con manchas lívidas. El señor de la tercera ventanilla (la estaba mirando, ahora no, ahora de nuevo) llevaba claveles casi negros apretados en una sola masa casi continua, como una piel rugosa. Las dos muchachitas de nariz cruel que se sentaban adelante en uno de los asientos laterales, sostenían entre ambas el ramo de los pobres, crisantemos y dalias, pero ellas no eran pobres, iban vestidas con saquitos bien cortados, faldas tableadas, medias blancas tres cuartos, y miraban a Clara con altanería. Quiso hacerles bajar los ojos, mocosas insolentes, pero eran cuatro pupilas fijas y también el guarda, el señor de los claveles, el calor en la nuca por toda esa gente de atrás, el viejo del cuello duro tan cerca, los jóvenes del asiento posterior, la Paternal: boletos de Cuenca terminan.


Nadie bajaba. El hombre ascendió agilmente, enfrentando al guarda que lo esperaba a medio coche mirándole las manos. El hombre tenía veinte centavos en la derecha y con la otra se alisaba el saco. Esperó, ajeno al escrutinio. “De quince”, oyó Clara. Como ella: de quince. Pero el guarda no cortaba el boleto, seguía mirando al hombre que al final se dio cuenta y le hizo un gesto de impaciencia cordial: “Le dije de quince.” Tomó el boleto y esperó el vuelto. Antes de recibirlo, ya se había deslizado livianamente en un asiento vacío al lado del señor de los claveles. El guarda le dio los cinco centavos, lo miró otro poco, desde arriba, como si le examinara la cabeza; él ni se daba cuenta, absorto en la contemplación de los negros claveles. El señor lo observaba, una o dos veces lo miró rápido y el se puso a devolverle la mirada; los dos movían la cabeza casi a la vez, pero sin provocación, nada más que mirándose. Clara seguía furiosa con las chicas de adelante, que la miraban un rato largo y después al nuevo pasajero; hubo un momento, cuando el 168 empezaba su carrera pegado al paredón de Chacarita, en que todos los pasajeros estaban mirando al hombre y también a Clara, sólo que ya no la miraban directamente porque les interesaba más el recién llegado, pero era como si la incluyeran en su mirada, unieran a los dos en la misma observación.Qué cosa estúpida esa gente, porque hasta las mocosas no eran tan chicas, cada uno con su ramo y ocupaciones por delante, y portándose con esa grosería. Le hubiera gustado prevenir al otro pasajero, una oscura fraternidad sin razones crecía en Clara. Decirle: “Usted y yo sacamos boleto de quince”, como si eso los acercara. Tocarle el brazo, aconsejarle: “No se dé por aludido, son unos impertinentes, metidos ahí detrás de las flores como zonzos.” Le hubiera gustado que él viniera a sentarse a su lado, pero el muchacho —en realidad era joven, aunque tenía marcas duras en la cara— se había dejado caer en el primer asiento libre que tuvo a su alcance. Con un gesto entre divertido y azorado se empeñaba en devolver la mirada del guarda, de las dos chicas, de la señora con los gladiolos; y ahora el señor de los claveles rojos tenía vuelta la cabeza hacia atrás y miraba a Clara, la miraba inexpresivamente, con una blandura opaca y flotante de piedra pómez. Clara le respondía obstinada, sintiéndose como hueca; le venían ganas de bajarse (pero esa calle, a esa altura, y total por nada, por no tener un ramo); notó que el muchacho parecía inquieto, miraba a un lado y al otro, después hacia atrás, y se quedaba sorprendido al ver a los cuatro pasajeros del asiento posterior y al anciano del cuello duro con las margaritas. Sus ojos pasaron por el rostro de Clara, deteniéndose un segundo en su boca, en su mentón; de adelante tiraban las miradas del guarda y las dos chiquilinas, de la señora de los gladiolos, hasta que el muchacho se dio vuelta para mirarlos como aflojando. Clara midió su acoso de minutos antes por el que ahora inquietaba al pasajero. “Y el pobre con las manos vacías”, pensó absurdamente. Le encontraba algo de indefenso, solo con sus ojos para parar aquel fuego frío cayéndole de todas partes.


Sin detenerse el 168 entró en las dos curvas que dan acceso a la explanada frente al peristillo del cementerio. Las muchachitas vinieron por el pasillo y se instalaron en la puerta de salida; detrás se alinearon las margaritas, los gladiolos, las calas. Atrás había un grupo confuso y las flores olían para Clara, quietita en su ventanilla pero tan aliviada al ver cuántos se bajaban, lo bien que se viajaría en el otro tramo. Los claveles negros aparecieron en lo alto, el pasajero se había parado para dejar salir a los claveles negros, y quedó ladeado, metido a medias en un asiento vacío delante del de Clara. Era un lindo muchacho sencillo y franco, tal vez un dependiente de farmacia, o un tenedor de libros, o un constructor. El ómnibus se detuvo suavemente, y la puerta hizo un bufido al abrirse. El muchacho esperó a que bajara la gente para elegir a gusto un asiento, mientras Clara participaba de su paciente espera y urgía con el deseo a los gladiolos y a las rosas para que bajasen de una vez. Ya la puerta abierta y todos en fila, mirándola y mirando al pasajero, sin bajar, mirándolos entre los ramos que se agitaban como si hubiera viento, un viento de debajo de la tierra que moviera las raíces de las plantas y agitara en bloque los ramos. Salieron las calas, los claveles rojos, los hombres de atrás con sus ramos, las dos chicas, el viejo de las margaritas. Quedaron ellos dos solos y el 168 pareció de golpe más pequeño, más gris, más bonito. Clara encontró bien y casi necesario que el pasajero se sentara a su lado, aunque tenía todo el ómnibus para elegir. Él se sentó y los dos bajaron la cabeza y se miraron las manos. Estaban ahí, eran simplemente manos; nada más.


—¡Chacarita!— gritó el guarda.


Clara y el pasajero contestaron su urgida mirada con una simple fórmula: “Tenemos boletos de quince.” La pensaron tan sólo, y era suficiente.


La puerta seguía abierta. El guarda se les acercó.


—Chacarita —dijo, casi explicativamente.


El pasajero ni lo miraba, pero Clara le tuvo lástima.


—Voy a Retiro —dijo, y le mostró el boleto. Marca marca boletero un boleto azul o rosa. El conductor estaba casi salido del asiento, mirándolos; el guarda se volvió indeciso, hizo una seña. Bufó la puerta trasera (nadie había subido adelante) y el 168 tomó velocidad con bandazos coléricos, liviano y suelto en una carrera que puso plomo en el estómago de Clara. Al lado del conductor, el guarda se tenía ahora del barrote cromado y los miraba profundamente. Ellos le devolvían la mirada, se estuvieron así hasta la curva de entrada a Dorrego. Después Clara sintió que el muchacho posaba despacio una mano en la suya, como aprovechando que no podían verlo desde adelante. Era una mano suave, muy tibia, y ella no retiró la suya pero la fue moviendo despacio hasta llevarla más al extremo del muslo, casi sobre la rodilla. Un viento de velocidad envolvía al ómnibus en plena marcha.


—Tanta gente —dijo él, casi sin vos—. Y de golpe se bajan todos.


—Llevaban flores a la Chacarita —dijo Clara—. Los sábados va mucha gente a los cementerios.


—Sí, pero...


—Un poco raro era, sí. ¿Usted se fijó...?


—Sí —dijo él, casi cerrándole el paso—. Y a usted le pasó igual, me di cuenta.


—Es raro. Pero ahora ya no sube nadie.


El coche frenó brutalmente, barrera del Central Argentino. Se dejaron ir hacia adelante, aliviados por el salto a una sorpresa, a un sacudón. El coche temblaba como un cuerpo enorme.


—Yo voy a Retiro —dijo Clara.


—Yo también.


El guarda no se había movido, ahora hablaba iracundo con el conductor. Vieron (sin querer reconocer que estaban atentos a la escena) cómo el conductor abandonaba su asiento y venía por el pasillo hacia ellos, con el guarda copiándole los pasos. Clara notó que los dos miraban al muchacho y que éste se ponía rigido, como reuniendo fuerzas; le temblaron las piernas, el hombro que se apoyaba en el suyo. Entonces aulló horriblemente una locomotora a toda carrera, un humo negro cubrió el sol. El fragor del rápido tapaba las palabras que debía estar diciendo el conductor; a dos asientos del de ellos se detuvo, agachándose como quien va a saltar. el guarda lo contuvo prendiéndole una mano en el hombro, le señaló imperioso las barreras que ya se alzaban mientras el último vagón pasaba con un estrépito de hierros. El conductor apretó los labios y se volvió corriendo a su puesto; con un salto de rabia el 168 encaró las vías, la pendiente opuesta.


El muchacho aflojó el cuerpo y se dejó resbalar suavemente.


—Nunca me pasó una cosa así —dijo, como hablándose.


Clara quería llorar. Y el llanto esperaba ahí, disponible pero inútil. Sin siquiera pensarlo tenía conciencia de que todo estaba bien, que viajaba en un 168 vacío aparte de otro pasajero, y que toda protesta contra ese orden podía resolverse tirando de la campanilla y descendiendo en la primera esquina. Pero todo estaba bien así; lo único que sobraba era la idea de bajarse, de apartar esa mano que de nuevo había apretado la suya.


—Tengo miedo —dijo, sencillamente—. Si por lo menos me hubiera puesto unas violetas en la blusa.


Él la miró, miró su blusa lisa.


—A mí a veces me gusta llevar un jazmín del país en la solapa —dijo—. Hoy salí apurado y ni me fijé.


—Qué lástima. Pero en realidad nosotros vamos a Retiro.


—Seguro, vamos a Retiro.


Era un diálogo, un diálogo. Cuidar de él, alimentarlo.


—¿No se podría levantar un poco la ventanilla? Me ahogo aquí adentro.


Él la miró sorprendido, porque más bien sentía frío. El guarda los observaba de reojo, hablando con el conductor; el 168 no había vuelto a detenerse después de la barrera y daban ya la vuelta a Cánning y Santa Fe.


—Este asiento tiene ventanilla fija —dijo él—. Usted ve que es el único asiento del coche que viene así, por la puerta de emergencia.


—Ah —dijo Clara.


—Nos podíamos pasar a otro.


—No, no. —Le apretó los dedos, deteniendo su moviento de levantarse.— Cuanto menos nos movamos mejor.


—Bueno, pero podríamos levantar la ventanilla de adelante.


—No, por favor no.


Él esperó, pensando que Clara iba a agregar algo, pero ella se hizo más pequeña en el asiento. Ahora lo miraba de lleno para escapar a la atracción de allá adelante, de esa cólera que les llegaba como un silencio o un calor. El pasajero puso la otra mano sobre la rodilla de Clara, y ella acercó la suya y ambos se comunicaron oscuramente por los dedos, por el tibio acariciarse de las palmas.


—A veces una es tan descuidada —dijo tímidamente Clara—. Cree que lleva todo, y siempre olvida algo.


—Es que no sabíamos.


—Bueno, pero lo mismo. Me miraban, sobre todo esas chicas, y me sentí tan mal.


—Eran insoportabes —protestó él—. ¿Usted vio cómo se habían puesto de acuerdo para clavarnos los ojos?


—Al fin y al cabo el ramo era de crisantemos y dalias —dijo Clara—. Pero presumían lo mismo.


—Porque los otros les daban alas —afirmó él con irritación—. El viejo de mi asiento con sus claveles apelmazados, con esa cara de pájaro. A los que no vi bien fue a los de atrás. ¿Usted cree que todos...?


—Todos —dijo Clara—. Los ví apenas había subido. Yo subí en Nogoyá y Avenida San Martín, y casi en seguida me di vuelta y vi que todos, todos...


—Menos mal que se bajaron.


Pueyrredón, frenada en seco. Un policía moreno se habría en cruz acusándose de algo en su alto quiosco. El conductor salió del asiento como deslizándose, el guarda quiso sujetarlo de la manga, pero se soltó con violencia y vino por el pasillo, mirándolos alternadamente, encogido y con los labios húmedos, parapadeando. “¡Ahí da paso!”, gritó el guarda con una voz rara. Diez bocinas ladraban en la cola del ómnibus, y el conductor corrió afligido a su asiento. El guarda le habló al oído, dándose vuelta a cada momento para mirarlos.


—Si no estuviera usted... —murmuró Clara—. Yo creo que si no estuviera usted me habría animado a bajarme.


—Pero usted va a Retiro —dijo él, con alguna sorpresa.


—Sí, tengo que hacer una visita. No importa, me hubiera bajado igual.


—Yo saqué boleto de quince —dijo él — Hasta Retiro.


—Yo también. Lo malo es que si una se baja, después hasta que viene otro coche...


—Claro, y además a lo mejor está completo.


—A lo mejor. Se viaja tan mal, ahora. ¿Usted ha visto los subtes?


—Algo increíble. Cansa más el viaje que el empleo.


Un aire verde y claro flotaba en el coche, vieron el rosa viejo del Museo, la nueva Facultad de Derecho, y el 168 aceleró todavía más en Leandro N. Alem, como rabioso por llegar. Dos veces lo detuvo algún polícia de tráfico, y dos veces quiso el conductor tirarse contra ellos; a la segunda, el guarda se le puso por delante negándose con rabia, como si le doliera. Clara sentía subírsele las rodillas hasta el pecho, y las manos de su compañero la desertaron bruscamente y se cubrieron de huesos salientes, de venas rígidas. Clara no había visto jamás el paso viril de la mano al puño, contempló esos objetos macizos con una humilde confianza casi perdida bajo el terror. Y hablaban todo el tiempo de los viajes, de las colas que hay que hacer en Plaza de Mayo, de la grosería de la gente, de la paciencia. Después callaron, mirando el paredón ferroviario, y su compañero sacó la billetera, la estuvo revisando muy serio, temblándole un poco los dedos.


—Falta apenas —dijo clara, enderezándose—. Ya llegamos.


—Sí. Mire, cuando doble en Retiro, nos levantamos rápido para bajar.


—Bueno. Cuando esté al lado de la plaza.


—Eso es. La parada queda más acá de la torre de los Ingleses. Usted baja primero.


—Oh, es lo mismo.


—No, yo me quedaré atrás por cualquier cosa. Apenas doblemos yo me paro y le doy paso. Usted tiene que levantarse rápido y bajar un escalón de la puerta; entonces yo me pongo atrás.


—Bueno, gracias —dijo Clara mirándolo emocionada, y se concentraron en el plan, estudiando la ubicación de sus piernas, los espacios a cubrir. Vieron que el 168 tendría paso libre en la esquina de la plaza; temblándole los vidrios y a punto de embestir el cordón de la plaza, tomó el viraje a toda carrera. El pasajero saltó del asiento hacia adelante, y detrás de él pasó veloz Clara, tirándose escalón abajo mientras él se volvía y la ocultaba con su cuerpo. Clara miraba la puerta, las tiras de goma negra y los rectángulos de sucio vidrio; no quería ver otra cosa y temblaba horriblemente. Sintió en el pelo el jadeo de su compañero, los arrojó a un lado la frenada brutal, y en el mismo momento en que la puerta se abría el conductor corrió por el pasillo con las manos tendidas. Clara saltaba ya a la plaza, y cuando se volvió su compañero saltaba también y la puerta bufó al cerrarse. Las gomas negras apresaron una mano del conductor, sus dedos rígidos y blancos. Clara vio a través de las ventanillas que el guarda se había echado sobre el volante para alcanzar la palanca que cerraba la puerta.


Él la tomó del brazo y caminaron rápidamente por la plaza llena de chicos y vendedores de helados. No se dijeron nada, pero temblaban como de felicidad y sin mirarse. Clara se dejaba guiar, notando vagamente el césped, los canteros, oliendo un aire de río que crecía de frente. El florista estaba a un lado de la plaza, y él fue a parase ante el canasto montado en caballetes y eligió dos ramos de pensaminetos. Alcanzó uno a Clara, después le hizo tener los dos mientras sacaba la billetera y pagaba. Pero cuando siguieron andando (él no volvió a tomarla del brazo) cada uno llevaba su ramo, cada uno iba con el suyo y estaba contento.



violencia es mentir

"Nosotros somos muy ambiciosos. Nuestra ambición pasa por no tener límites. Cuando sos medianamente ambicioso tu culo tiene tantos ceros en el cheque. Cuando sos un ambicioso estelar y cósmico, no hay guita que compre tu vida. Yo no podría vivir de otra manera. Por más que venga un tipo y me diga;" cuánto querés, un palo verde? La vida de uno, con mucha menos guita, ya está. Mientras no tengas la zozobra de la miseria, ya está. El premio mayor no es la guita. Es la libertad.

Alberto Solari

martes, 13 de abril de 2010

Nena, vení vamos a poguear

Desperté, una mañana
Con una sonrisa en mi cara
Y busqué, un papel
Para retratarte en él

Sólo sé que te besé
En un mar profundo y azul

Sólo fué un sueño, un sueño
Nada más, nada más
 
-
 
Cuando todo gira mal,
Cuando el tiempo va para tras,
Cuando solo vos pensas
Que no hay felicidad,
Cuando sola en la ciudad
Te quieras encontrar.
Siempre pensa que estoy con vos
En el lugar que estes.

Quiero ser lo mejor para vos,
Siempre estoy y siempre quiero estar,
Quiero hacer un mundo para dos.
 
-
 
Llega el colectivo y vos quedas atras
yo no se que pensar
la vez que te vi crei que soñaba
ya no quiero despertar
a veces quisiera poder reaccionar
ya no puedo esperar

Y ahora que todo el tiempo te extraño
comienzo a entender que yo estoy enamorado
y ahora se que tal vez te amo
ya nada importa mas que estar a tu lado
te amo, te amo

hace tiempo que quisiera con vos hablar
y no se si estaras
cuando el tiempo pasa y vos no llamas
siento que las horas no pasaran mas  
 
-
 
Te querré, siempre te extrañaré
Siempre te llevaré, dentro mio mi amor
Sonreiré, solo cuando te vuelva a ver
Y no sufras mas por mi estupidez
Y pueda hacerte feliz

Cuánto tiempo mas vamos a estar asi?
Cuántos dias mas podré vivir asi?

Te querré...Cuánto tiempo mas vamos a estar asi?
Cuántos dias mas podré vivir sin tu amor? 
 
-
(..)no te digo esto para engañarte
mucho menos para lastimarte
y yo te quiero
no pido tu calor solo tu corazon 
 
 -
Hoy y nunca quise ser asi
un error puede hacermer vil
hay alguien que sufre por mi
yo si la entiendo

hoy podemos volver a empezar
dejo el pasado bien atras
de todo lo que me hace mal
aquien yo amo

hoy podemos volver a empezar
dejo el pasado bien atras
de todo lo que me hace mal
a quien yo amoo

hoy y todos los dias son hoy
y todos los dias son hoy
y todos los dias son hoy
y todos los dias son hoy
y todos los dias son hoy 

-
 
hay una bomba en el colegio
pronto todos a correr
el cuadro de sarmiento tirado en el suelo
y tu pollera tambien

pronto aprobechemos la confucion
y hagamos el amor
no no insistas con el baño
debajo del pupitre mucho mejor

hoy practique planchandome los huevos
y tus libros tirados en el suelo
en el patio la maestra grita
y nosotros nos cogemos

nunca imaginaste estar asi
todos afuera y nosotros aqui
el colegio va a explotar
y nosotros vamos a acabar!

falsa alarma en el colegio
pronto todos a su lugar
la bomba era un invento
pero nosotros explotamos igual

que verguenza que ejemplo
nos atraparon en ese momento
que diran mamá y papá
mejor nos vamos de la ciudad...
Facundo...cada dia que pasa te quiero mas

sábado, 10 de abril de 2010


Preguntale a las estrellas,
Si por las noches me ven llorar.
Preguntale si no busco para quererte la soledad
Preguntale al manso rio,
Si al llanto mio lo ven correr.
Preguntale a todo el mundo
si no es profundo mi parecer
nunca te olvides que yo te quiero
y que me muero de amor por ti
a nadie quieras en esta tierra
a nadie quieras en esta tierra tan solo a mi
preguntale a las estrellas
si por las noches me ven llorar
preguntale si no busco para quererte la soledad
preguntale al manso rio
si al llanto mio lo ven correr
preguntale a todo el mundo
si no es profundo mi parecer
nunca te olvides que yo te quiero
y que me muero de amor por ti
a nadie quieras en este tierra
a nadie quieras en este tierra tan solo a mi
a nadie quieras en esta tierra tan solo a mi
a nadie quieras en esta tierra tan solo a mi
a nadie quieras en esta tierra tan solo a mi



Embajada Boliviana




Tengo algunos tatuajes, no tengo suerte y no tengo futuro.
Traigo malas noticias, todos me escapan, no tengo laburo.


Se me acabó la plata, y no tengo a nadie que me mantenga.
No me importa una mierda, soy conformista, vivo de fiesta.
(y eso no es verdad!)


No tengo nada, pero soy feliz
no necesito, te tengo a tí. Hey, hey,hey.

-
Hoy agradezko a mi destino
el haberte konocido,
lleno de felicidad
yo sin vos no puedo estar.

Vos tapaste el vacio,
todo lo ke habia sufrido
hoy kedo en el olvido
porke vos estas conmigo.

Para ke deje de amarte,
van a tener ke matarme...
Tendran ke kemar mis huesos,
para dejarme sin tus besos.

Hoy agradezko a mi destino,
el ke hoy estes konmigo.

Solamente yo estoy mal
kuando vos aka no estas;

ni otra gente ni la muerte
va a sakarte de mi mente
porke sos irremplazable

para ke deje de amarte,
vana atener ke matarme.
tendran ke kemar mis huesos,
para dejarme sin tus besos...

Ni la muerte nos va a separar...
ni la muerte nos va a separar.
ni la muerte nos va a separar...
ni la muerte nos va a separar.


-
 Facundo Te amo ♥ 
Something About Us

It might not be the right time
I might not be the right one
But there's something about us I want to say
Cause there's something between us anyway

I might not be the right one
It might not be the right time
But there's something about us I've got to do
Some kind of secret I will share with you

I need you more than anything in my life
I want you more than anything in my life
I'll miss you more than anyone in my life
I love you more than anyone in my life 



I love you Facundo.-

viernes, 9 de abril de 2010

 My Friend of Misery


You just stood there screaming
Fearing no one was listening to you
They say the empty can rattles the most
The sound of your voice must soothe you
Hearing only what you want to hear
And knowing only what you've heard
You, you're smothered in tragedy
You're out to save the world
Chorus:
Misery
You insist that the weight of the world
Should be on your shoulders
Misery
There's much more to life than what you see
My friend of misery
You still stood there screaming
No one caring about these words you tell
My friend before your voice is gone
One man's fun is another's hell
These times are sent to try men's souls
But something's wrong with all you see
You you'll take it on all yourself
Remember, misery loves company
(Chorus)
You just stood there creaming
My friend of misery

miércoles, 7 de abril de 2010

Adios reina mia parece que marcho de aqui
mi barrio,mi calle se quedan sin mi, sirenas y disparos,
sin moto y sin dolor,adios reina mia
ya no pinto nada aqui mi vida ruleta que da
vueltaaaas,!perdiendo el contro!!
Cuando me marche,no me olvidare de ti, cuando me marche
no me olvidare de ti,cuando me marche reina mia no me
olvidare de ti,no me olvidare de ti.
Mi vida ya seca es como niño sin balon,no volvere a verte
para no verte envejecer....sin agua y con se tus ojos brillantes sera
la ultima vez..los cielos senublan.loscielos se nublan
los cielos se nublan..!!!perdiendo el control..
cuando me marche no me olvidare de ti,cuando me marche no me olvidare de ti,cuando me marche reina mia no me olvidare de ti,no me olvidare de ti...
Las calles sin sombras,puñales del sol
no quieren la sangre si matan tu olor,tus cantos mis cantos son ecos de otra cancion,adios reina mia ya no pinto nada aqui mi vida
ruleta que da vueltaaas !!perdiendo el control¡¡
cuando me marche no meolvidare de ti, cuando me marche no me olvidare de t, cuando
me marche reina mia no me olvidare de ti,
no me olvidare de ti...



Esk○rbuto
Si te encuentras al Papa
y discutes con el, te dirá
"Hijo mio, aguanta ls impuestos
aguanta sin comer
y aguantate una vida
con sólo una mujer"
Si quieres contestarle
si quieres quedar bien, contéstale
"El cielo no conozco
impuestos y hambre si
pero sí hay una cosa
que tú puedes hacer
el Banco Vaticano
lo puedes repartir
si no vamos al cielo
queremos tu dinero"
entre blancas vestiduras
y pequeños palacios
circula nuestro héroe
el lo pasa bien adentro
mientras nosotrosSi te encuentras al Papa
y discutes con el, te dirá
"Hijo mio, aguanta ls impuestos
aguanta sin comer
y aguantate una vida
con sólo una mujer"
Si quieres contestarle
si quieres quedar bien, contéstale
"El cielo no conozco
impuestos y hambre si
pero sí hay una cosa
que tú puedes hacer
el Banco Vaticano
lo puedes repartir
si no vamos al cielo
queremos tu dinero"
entre blancas vestiduras
y pequeños palacios
circula nuestro héroe
el lo pasa bien adentro
mientras nosotros
aullamos fuera.aullamos fuera.
 
 
No se para mas con los chicos del bar
Ya no tiene mas tiempo de sentarse a skaviar
y se olvido del recital
y de todas las noches de punk-rock y de amistad

 
 
 
 
 
 
 
 
~Asesinos cereales.-
 

Ahora sí,digamos que estoy  F E L I Z - 

domingo, 4 de abril de 2010

Hey, I'm your life
I'm the one who takes you there
Hey, I'm your life
I'm the one who cares
They, they betray
I'm your only true friend now
They, they'll betray
I'm forever there
Chorus:
I'm your dream , make you real
I'm your eyes , when you must steal
I'm your pain , when you can't feel
Sad but true
I'm your dream , mind astray
I'm your eyes , while you're away
I'm your pain , while you repay
You know it's sad but true
You, you're my mask
You're my cover my shelter
You, you're my mask
You're the one who's blamed
Do, do my work
Do my dirty work, scapegoat
Do, do my deeds
For you're the one who's shamed
(Chorus)
Sad but true
I'm your dream, I'm your eyes
I'm your pain... (x2)
You know it's sad but true
Hate, I'm your hate
I'm your hate when you want love
Pay, pay the price
Pay for nothing's fair
Hey, I'm your life
I'm the one who took you there
Hey, I'm your life
And I no longer care
I'm your dream , make you real
I'm your eyes , when you must steal
I'm your pain , when you can't feel
Sad but true
I'm your truth, telling lies
I'm you're reason , alibis
I'm inside , open your eyes
I'm you
Sad but true
Y así estamos los dos,cada dia mas nada,todo lo que logramos se cáe ,pero igual seguimos adelante porque o nos  importa nadie,ni nada,solos Vos & Yo,Te amo con toda mi alma,y si fuera por mi,haría TODO por vos,te amo,te amo y te amo cada dia mas.

viernes, 2 de abril de 2010

Vuestro entorno...Huele a podrido-Vuestras palabras Son ladridos!

Trabajos sucios se convierten en arte, si tienes la ley de tu parte. Ke la ley no es justa, nadie lo duda. Ser pobre, ese es el delito o... !lo dudas!

Vuestro entorno...Huele a podrido-Vuestras palabras Son ladridos!



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De tanto andar por la cornisa
tal vez un día pueda caer...
Y yo allí! Pensando en vos siempre... siempre extrañándote
Te amo facundo♥
Me siento fuera de lugar con tantas chicas perfectas pero es bueno saber que soy un individuo fuerte y esa fuerza la e conseguido con los años
by Alecia Beth Moore